jueves, 16 de diciembre de 2010

Divagaciones de una mente cansada

¿Por qué escribo?
Es una pregunta que me planteo últimamente con demasiada frecuencia. Sin duda es que estoy muy cansada. Llegas a casa, haces la cena, acuestas al niño y, cuando por fin tienes un tiempo para ti, te sientas ante el ordenador y te das cuenta de que tienes veinte minutos antes de que te tengas que ir a dormir porque a la mañana siguiente te levantas a las 5.45.
Y aún es peor. En el trabajo estoy siete horas delante del ordenador. Acabo allí, y voy a la universidad donde estoy cuatro horas más con el ordenador. Y luego, cuando llego a casa y tengo tiempo para mí… Sí, lo habéis adivinado; me pongo en el ordenador.
¿Y para qué? Desde luego no es por dinero, ya me gustaría retirarme a vivir del cuento (literalmente hablando) pero todos sabemos que eso es difícil y estoy lejos de planteármelo en serio. Entonces… ¿por qué?
Porque necesito hacerlo. Porque quiero hacerlo. Porque me gusta hacerlo.
Y sí, a veces es sacrificado pero hay otras veces, cuando consigues llegar, cuando alguien ve lo que has leído y piensas que aquello que estaba sólo en tu cabeza ahora está en la cabeza de alguien más... entonces sientes que vale la pena.
Hay tantas cosas en la cabeza, tantas historias por contar, tantos mundos por descubrir… que no puedo resignarme a que se queden solo allí.
Así que seguiré con mi comportamiento masoquista, y consiguiendo tendinitis en las manos mientras aprovecho mis veinte minutos de paz tecleando una historia de dudosa calidad, pero que a mí me gusta.
Y de eso se trata, ¿no? De hacer lo que nos gusta.
Y a mí me gusta escribir.